Cogía el autobús cada mañana temprano camino a la gran ciudad, el camino transcurría cercano al mar y aprendió a mirar a su izquierda, a esperar pacientemente que la maravillosa bola roja apareciese tras la fachada industrial. Pocas veces lo conseguía, solo durante un largo mes al año sus viajes coincidían, podía llover a veces, otras salía casi sin ganas, absolutamente despejado, con la única convicción de iluminar de nuevo el día, atropellado por una densa niebla gris otras veces. Pero había días... pocos, en que la maravillosa esfera se vestía de luces rojas, dejándose acariciar por nubes coloreadas a su antojo, poderoso y grande. Sonreía entonces y no podía apartar la mirada del gratuito espectáculo, el viaje merecía la pena.
Que fotografía tan bonita!!!
ResponderEliminarSobre el texto, me gusta cuando dices "solo durante un largo mes al año sus viajes coincidían", humanizando al sol y haciendo que se encuentre con el personaje.
ResponderEliminarLa foto es magnífica.
Saludos
Al leerlo me evoca la imagen de alguien muy joven, un estudiante de bachillerato, en esa edad donde la mirada todavía no conoce la rutina..Bonito texto, hermosa foto.
ResponderEliminarHola Agustín !un hermoso lugar, y una composición genial,te felicito,besito para los dos.
ResponderEliminarhola agustin, fotografia muy bonita, con todo detalle y luz y color perfecto.
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