En el último incendio la casa sucumbió, cayeron los techos, los campos a su alrededor se pintaron de negro, la ceniza se hizo compañera y la soledad se quedo a vivir allí. El viejo reloj de sol también estuvo a punto de rendirse... pero no, aunque con cierto adelanto, sigue en su empeño de marcar el tiempo... claro, siempre que el sol este disponible.
Cuando se pare definitivamente el reloj, no habrá nadie que pueda volver a ponerlo en marcha...
ResponderEliminarBuen relato y buena foto.