Ya no estaba ahí. Ni siquiera podía percibir su presencia. El tren se puso en marcha antes siquiera que yo me acercara. Me quede mirando un horizonte gris y frío, la nieve empezaba a empaparme la ropa, como si fuera agua. Mis zapatos se vestían de blanco, mientras el viento acallaba el silencio. Me abracé... y empecé a caminar de nuevo.
Pura melancolía no exenta de tristeza
ResponderEliminarTristeza ante la marcha del alguien amado. Las vías del tren nevadas, curvándose en el horizonte, acentúan más esas sensación.
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