lunes, 13 de febrero de 2012

Lo viejo.

Ya no estaba ahí. Ni siquiera podía percibir su presencia. El tren se puso en marcha antes siquiera que yo me acercara. Me quede mirando un horizonte gris y frío, la nieve empezaba a empaparme la ropa, como si fuera agua. Mis zapatos se vestían de blanco, mientras el viento acallaba el silencio. Me abracé... y empecé a caminar de nuevo.

2 comentarios:

  1. Tristeza ante la marcha del alguien amado. Las vías del tren nevadas, curvándose en el horizonte, acentúan más esas sensación.

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