miércoles, 21 de marzo de 2012

Benigno.

De repente la noche hizo presencia, habían pasado la tarde mirando el horizonte sin articular mas sonidos que algún eructo con olor a pasto o mortadela según fuera el caso. Benigno se levanto parsimonioso estirando casi manualmente sus articulaciones.
- Debería irme ya.
-¿Te esperan?.
- No
- Me gusta llegar pronto a la cueva, no vaya a ser que se me instale otro inquilino.
- ¿ No vas a cenar?.
- No tengo hambre, ademas para eso tendría que pasar por casa de mi nuera, no es por ella, es por el baño al que me obliga. Mañana sera otro día.
-¿Te acompaño?.
Se lo pensó dos veces, dejar que ese loco conociera su dormitorio... que narices.
Caminaron un buen trecho entre campos de frutales a punto de florecer, atravesaron un pequeño camino entre dos paredes rocosas hasta aparecer en un minúsculo y escondido valle.
Cruzaron una riera y ascendieron  hacia una de las paredes donde se ubicaba una cabaña de piedra, su cueva.
-¿Vives aquí?.
- Pues claro
- No hay nada.
- Así no me roban.
- Extraño.
- ¿El que?.
- Pues eso. Aquí todo el mundo parece necesitado de acumular cosas.
- No creas, tengo un par de colchones... y uno no te irá mal...¿creo?.
- Habrá que probarlo.
Dicho y hecho, desenrollaron las dos esterillas a las que Benigno llamaba colchones y se tumbaron de frente a la obertura desde la que podían contemplar el paisaje, o vigilar la entrada, según se mire.
- Yo también tenía cosas.
- uhnmm.
- No muchas. Un pisito, coche, la tele, los muebles. Y no tuve mas porque no me apetecía gastar lo que no ganaba, todo parecía de regalo. No se preocupe, ya lo pagará... decían.
- ¿Y?.
- Lo de siempre, malos tiempos, poco trabajo, letras por pagar, miedo.
- ¿Miedo?
- Si, miedo a perderlo, uno se vuelve conservador y si no conservas. Así que una mañana tuve una idea brillante, aquí donde me ves. Decidí dárselo todo a mi hijo, o a mi nuera, según se mire. Ella desconfío al principio, no lo entendía, pero le pudo el pisito, mas grande que el suyo y casi pagado. Naturalmente me dijo que podía pasarme a comer cuando quisiera. Y eso hago.
- ¿ Y el miedo?.
- Yo lo dejé allí. Si lo cogieron o no....
- En Comoquiera hay muchas cuevas. Te gustaría.
-¿Los marcianos roncan?.

2 comentarios:

  1. No se, a veces yo también me siento de Comoquiera y un poco marciano. Puede que me haga falta un cambio de nombre, uno que empiece por B como el de aquí y puestos a ello y por si las dudas... ronco.
    Me sigue recordando al estilo de Eduardo Mendoza y me encanta leerte

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  2. Qué bueno. Espero la siguiente entrega.

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