Es difícil conversar con una estrella, a lo mas, nuestra mirada se posa en ellas con admiración hacia su lejana y sutil luminiscencia. No platicamos con ellas, les contamos, les pedimos deseos, pero sin obtener respuesta en el vocabulario tradicional.
Yo encontré una estrella en un charco, tras la sorpresa, me acuclille para acercarme mas. Sabía que apenas estaría por allí unos minutos, parecía cómoda, disfrutando de un baño de agua embarrada. Me miro extrañada.
-¿Que haces por aquí?. Es tarde para ti.
- No lo se. Creo que te estaba buscando, pero no esperaba encontrarte tan cerca.
- ¿Y eso?.
- Me gusta atrapar instantes. Y por la noche, mas aún si tu formas parte de ellos.
- Aquí me tienes, pero date prisa, mi baño se esta moviendo y perderás mi reflejo.
- ¿Tu reflejo?.
- Acaso creías.... Pero no te preocupes, por fortuna, hay cosas que nunca entenderás.
- ¿Puedo preguntarte?.
- Claro. Mientras no me pidas un deseo.
- ¿Que ves desde allá arriba?.
- Indecisión, ignorancia, arrogancia, estupidez y ... Mucha belleza, todavía se ve un planeta azul... azul todavía. Y mas, mucho mas, pero no creo...
Se me ocurrieron mil preguntas, pero antes de pronunciar una sola palabra, desapareció. Bueno, no, en realidad seguía allá arriba. Incluso en un destello me pareció intuir una sonrisa, un guiño travieso.
Regrese a casa con un regalo. La imagen de la estrella que cayó en un charco.
Creo que la buena estrella se compadeció de ti y no te dijo lo que de verdad ve. Indecisión, ignorancia, arrogancia, estupidez, todas ellas son faltas que con la compañía adecuada se pueden superar, pero el peor mal, ese que no te dijo es la avaricia, mejor, LA AVARICIA, la de esos insaciables capaces de llevar al mundo a la ruina por su propio beneficio. Esa es incurable a lo que parece
ResponderEliminarNo conozco si hay algún emoticono para expresar unos aplausos, pero dalos por escuchados de mi parte. Me ha encantado el relato, lleno de intención, y con un regalo final estupendo: la foto con la estrella caída en el charco.
ResponderEliminarMe has emocionado, Agustín.
Un saludo.