Edificios grandes y ostentosos en su tiempo, acabaron casi todos reconvertidos en casi casas del pueblo, lugares de reunión, centros de actividades culturales, exposiciones, teatro y música. Alguna partida de cartas al atardecer. Lugares comunes mimetizados en la memoria del personal.
Los nuevos casinos ahora quieren su propia ciudad, necesitados de centenares de hectáreas para conseguir llenar su ego, y su bolsillo. Desvirtuando el entorno hasta dejarlo irreconocible. Eso es lo que nos ofrecen, como si fuera un regalo. Un maldito regalo.
Un regalo envenenado. Desde que en la mili coincidí con un jefe de sala de un bingo de no recuerdo qué pueblo del Maresme, que me contaba la de veces que veía en la puerta a personas que se dejaban su semanada, llorando como niños porque no sabía qué daría de comer a su familia, estoy en contra de fomentar todo lo que tiene que ver con el juego. Y nuestros políticos, y mucha gente, sólo ven el negocio que representará la dichosa Eurovegas, los puestos de trabajo, ..., pero a qué coste?
ResponderEliminarPreciosa foto, Agustín
Por cierto, hice la mili en Girona ciudad, algunas de tus fotos urbanas me la hacen recordar.
Saludos.