jueves, 9 de diciembre de 2010

Historias de un particular II.

Era una mañana de septiembre, ya sabes, ni frió ni calor. Lunes, mi día festivo junto con el Domingo, pero en la fiesta de todos prefería quedarme en casa con mis libros, los lunes aprovechaba la ausencia de multitudes y niños y me escapaba a descubrir algún rincón cercano. Aquel día no me apetecía investigar, así que cogí el coche y me dirigí al Montseny, en su falda mirando a Girona, hay un pueblo sin centro, casas diseminadas agrupadas por el mismo nombre, bueno, miento, hay una Ermita que todos llaman Abadía, por un rector que vivió en ella durante cincuenta años al que llamaban Abad de Abades, que cuentan que daba las misas en catalán en tiempos de Franco y que recibió por allí hasta a la madre Teresa. En fin, tiene un banco donde me siento a comer algo cuando llego para no entretenerme luego.
Cogí el camino de siempre, delante de la Ermita y dirigí mis pasos hacia el rumor de la riera que parece que te va encontrando, un pequeño puente de madera te invita a cruzarla, pero no puedes evitar pararte a observar el canto de esas aguas cristalinas y recién nacidas. Nada mas pasar, el bosque te llena con su presencia y empiezas a olvidar tu día a día. Me entretuve como siempre con mil insectos, Caballitos del diablo con su vestido de azul eléctrico y su danza me abstraían, no puedo evitar pararme a contemplarlos, me siento cual vecina en vida ajena, un amigo me animo a fotografiarlos, pero prefiero mirarlos, ademas, ya tengo bastante con mis libros. También las mariposas....

  
 Continué por el camino que va cerca del agua....



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